¡Arriba!

Mis despertares matutinos en La Taxonera son maravillosos. Cuando el día comienza a clarear, el leve murmullo del camión recogedor de basura orgánica, el de reciclaje del papel, plástico, etc, se introduce suavemente en mi mente rescatándome del caos onírico en el que me encontraba perdido y transportándome a la bella y confortable realidad.
Siento una especial predilección por el recogedor del contenedor de vidrio. No por el suave ronroneo de los 530 HP del motor del camión. No por el movimiento mecánico de la grúa desplazándose. Lo que realmente me causa placer es el momento en que los 500Kg de vidrio se desploman en la caja del camión alcanzando un número de decibelios que supongo muy próximo al umbral del dolor. Algunas mañanas de verano suelo salir al balcón para vitorear a los responsables de mi felicidad, pero, dada mi torpeza a tan tempranas horas, tan solo llego a tiempo para ver al vehículo alejarse calle abajo, quedando mi “¡la madre que os parió!” volando en el viento.

Dos en una

Esto que podría parecer el resultado de un partido de básquet favorable al equipo alemán y adverso al equipo guatemalteco es en realidad la dirección de una vivienda de La Taxonera. ¡De una sola vivienda! ¿Se os ocurre una forma mejor de ahorrar edificios?
Y ya que estamos ¿por qué solo dos? Juntemos en una sola puerta 20 ó 30 direcciones distintas. Imaginad la vida regalada que llevaría el Sr. Cartero. En 10 minutos acabaría su jornada no habiendo andado ni 50 metros.
¿Y qué dirección deben dar los habitantes del edificio cuando son preguntados? Supongo que según el caso. Desde luego yo me guardaría la de Fastenrath (hispanista alemán) para las grandes ocasiones: petición de un crédito en el banco, curriculum vitae, citas con las trabajadoras del club “Momentos”, dejando la de San Crispín (patrón de los zapateros) para obras pías y servicios de comida china a domicilio.
Pobrecillo nuestro alcalde, ahí con su vulgar: Plaza San Jaume, 1.