¡Arriba!

Siento una especial predilección por el recogedor del contenedor de vidrio. No por el suave ronroneo de los 530 HP del motor del camión. No por el movimiento mecánico de la grúa desplazándose. Lo que realmente me causa placer es el momento en que los 500Kg de vidrio se desploman en la caja del camión alcanzando un número de decibelios que supongo muy próximo al umbral del dolor. Algunas mañanas de verano suelo salir al balcón para vitorear a los responsables de mi felicidad, pero, dada mi torpeza a tan tempranas horas, tan solo llego a tiempo para ver al vehículo alejarse calle abajo, quedando mi “¡la madre que os parió!” volando en el viento.